El Traverse, modelo que fue anticipado en el pasado salón capitalino, se yergue con jactancia gracias a una carrocería que sin problema puede dejar en las sombras a un vehículo compacto; hablamos de 5,2 metros de longitud y casi dos metros de ancho.
A simple vista, queda claro que se trata de un Chevrolet de la nueva camada, y es que esa generosa parrilla frontal se encarga de no dejar dudas al respecto. El resto del diseño toma su flujo natural, señalado por los pasos de rueda remarcados y por esa tenue línea dinámica que engalana los flancos; en la zaga hay luces pequeñas, lo que en cierta forma contradice la propuesta general.
Sobran centímetros
El habitáculo no se anda con medias tintas, y a pesar de que estamos en presencia de la versión LT y no LTZ, que es la más ostentosa, nos sobrecoge la enorme cantidad de accesorios y detalles lujosos que allí encontramos. Pero siendo un poco más críticos, no estamos seguros de que a todos les gusten esos relojes con expresión melancólica, o esos plásticos rugosos que envuelven la cabina.
El volante ofrece un buen grip para sujetarlo, y la ausencia de regulación en profundidad de la columna pone ciertas trabas a la hora de buscar la mejor posición para usarlo; al final, acercando la butaca el tema queda resuelto.
Acerca del espacio interior, no hay que ser un experto para darse cuenta que los centímetros sobran, hacia todas direcciones y en todas las modalidades de asientos abatidos; la tercera fila cumple bien su propósito, no tanto por comodidad de las plazas, pero sí por el espacio que hay disponible para usarla.
Para mover una masa cercana a las 3 toneladas, es importante contar con un poderoso corazón. En esto el Traverse apuesta sobre seguro, y es que bajo el capó se esconde un V6 de 3,6 litros.
Este motor es administrado por una transmisión automática de seis velocidades; la caja fue puesta en regla para aprovechar la excelente cifra de torque, pero de un modo muy progresivo.
El motor exhala un feroz rugido antes de que las ruedas comiencen a moverse; digamos que eso es motivante para el oído, pero no para acelerar el pulso. Al cabo de unas décimas de segundo, la transmisión acepta las órdenes, y el fuerte empujón nos confirma que ya estamos en movimiento; por lo anterior, es que se requiere un poco de paciencia y costumbre para lograr disfrutar de esta combinación de motor y caja.
Pero al final de cuentas, es la potencia la que manda, y una vez que hemos adquirido el impulso necesario y trepado por cada peldaño de la transmisión, la velocidad será considerable, hasta el punto de superar las más ambiciosas expectativas. La máxima se enmarca en los 220 km/h, y le toma 10,9 segundos en llegar de 0 a 100 km/h.
Nada que decir de la capacidad para volar por el asfalto, pero tomando en cuenta que posee una suspensión ideada para el confort y no para la deportividad, y que además el tacto de la dirección es muy aguado, lo mejor es mantenerse dentro de los límites racionales y disfrutar de un buen paseo familiar.
El Chevrolet Traverse es un automóvil atrevido, que nada contra la corriente y que no renuncia a sus raíces. Cuando todos dicen ahorra, su motor gasta; cuando todos dicen pequeño, su carrocería ocupa dos estacionamientos. Pero en fin, también tiene muchas cualidades, las que tienen férreos seguidores y a las cuales hay personas que nunca renunciarán.